La guerra

Las batallas de mi novela, como veréis, son bastante elementales. La estrategia entre unas tribus y otras cuando se peleaban era simple: dos fuerzas armadas se enfrentaban cara a cara y cargaban la una contra la otra. No había caballería ni se utilizaban carros de guerra, la tropa iba a pie y no solía pasar de un millar de hombres; a veces unos pocos cientos en cada bando.

Por tanto, un guerrero tenía que ser un hombre de gran fortaleza física para soportar, primero, el peso de sus armas y su protección, ya fuera cota de malla o coraza, casco y escudo; después el envite y, finalmente, la pelea cuerpo a cuerpo durante un tiempo.

¿Cómo iba vestido un guerrero vikingo? Con una túnica corta ceñida con cinturón, pantalones y botas de piel. Por encima, los más ricos llevaban una cota de malla protectora y un casco de bronce. Otra modalidad más simple que la malla era una protección hecha de láminas de bronce cosidas o unidas entre sí, como escamas. Los guerreros con menos recursos tal vez llevaban una coraza de cuero y un casco también de cuero. Por cierto, los cascos con cuernos son un invento del cine y el cómic, no corresponden a la realidad. El casco cornado de Egill y Randver es un elemento fantástico de mi novela, con un significado mágico. Si hubo alguna vez cascos similares posiblemente tenían una función votiva o ritual.

Sus armas: la espada larga ―solían darles nombres pomposos―. Un cuchillo o daga más corta. El hacha, simple o de doble filo. La lanza. También había quienes empleaban el arco. Y el escudo, por lo general redondo, fabricado de madera con refuerzos de bronce y de fácil manejo.

Las batallas no duraban mucho. La fuerza dominante empujaba más y muchos guerreros, antes de morir, optaban por abandonar y huir. Los victoriosos no se cansaban persiguiéndolos, salvo que tuvieran una orden expresa de exterminar al adversario, y se dedicaban a recoger botín entre los restos del combate: desde armas hasta prendas de ropa, escudos y cotas de malla de los enemigos caídos.

En la vanguardia se situaban los guerreros más fieros, conocidos como bersekers, término que en mi novela he traducido libremente por “matadores de osos”. Ingerían una pócima o directamente trozos de una seta, la amanita muscaria, que los exaltaba y los dotaba de una furia y una fuerza sobrehumana. Dando alaridos y golpeando sus armas arremetían contra el enemigo, con el fin de atemorizarlo antes de abatirlo. La locura temporal que asaltaba a estos guerreros ha dado lugar a la expresión inglesa to go berserk, como sinónimo de enloquecer.

Además de la irrupción pavorosa de los bersekers, se utilizaban otras tácticas de terror psicológico, como el toque de tambores o de cuernos para intimidar al enemigo.

¿Había mujeres guerreras? No era lo más habitual, pero las había. Algunas mujeres elegían la vocación de “doncella guerrera” y se dedicaban a la guerra. Se conservan sagas sobre algunas de ellas. El personaje de Heilvé, por tanto, no es un caso extraordinario.

Ver más sobre doncellas guerreras: http://es.wikipedia.org/wiki/Skjaldm%C3%B6

No hay comentarios:

Publicar un comentario